Mi propia historia

¡Hola! Hoy quiero compartir con ustedes una redacción que tuve que hacer para historia, el objetivo era redactar la vida de una persona de uno de los tres grupos sociales de la Época Colonial (Blancos, indígenas o negros). Elegí describir a una mujer blanca española, espero que les guste... saqué un 12, así que contiene mucha información de la época.
¡Realmente espero que les guste!
P.D.: Para leer deben entrar a la entrada, denle click en el título o en "Más información".
¡Espero su comentarios!

Vane:)

Se preguntarán por qué he decidido plasmar mi vida en palabras, pues es muy simple... soy diferente a otras mujeres españolas, no se por qué, pero creo que soy más sensible, sí, esa es una definición muy acertada.

Mi nombre es Ana María Fontán López. Nací y crecí en España (en el Siglo XVII, exactamente en el año 1653). Hija de una buena familia de clase social alta, nunca me faltó nada. Crecí admirando a mi madre, pues era una mujer muy refinada, y como buena esposa, respetaba la autoridad de mi padre. Solía ser la ama y señora de la casa, su tarea era criarme y enseñarme las tradiciones y las buenas costumbres religiosas. Para mantener la honra de la familia, fue preparada desde niña para contraer matrimonio, y yo también.

Me enseñaron buenas costumbres desde pequeña, y por supuesto, si quería mantener la honra de la familia Fontán, debía aprender modales. Tenía un fascinación con la gastronomía que nadie entendía, por eso me metía en muchos problemas, ya que no era el deber de una señorita encargarse de la comida, aunque aveces mi madre hacía excepciones y me dejaba probar las delicias de nuestra cocina. El chocolate era mi ingrediente predilecto, así como también lo era la masa de hojaldre... solía comerlos juntos. A mi padre le encantaba el vino, ya que era una bebida típica, pero nunca me gustó, siempre le encontré un sabor “raro”. Mi familia comía muchos productos del mar, por ejemplo las truchas y el bacalao. Las legumbres nunca faltaban, y mi madre las adoraba. Poco a poco, también empezamos a acompañar las comidas con pimientos, ya que como otros productos, provenían del nuevo mundo.

Luego de que empezara una crisis política en España, mi familia y yo viajamos al nuevo mundo y nos instalamos en la Nueva España. Olvidé decirlo, también nos acompañaron nuestros dos esclavos: Pedro y Juana. Esta es otra extraña parte de mi ser, para mí no eran esclavos, para mí eran amigos, y yo los trataba como tales. Mi madre los trataba bien, pero para ella seguían siendo sus siervos. Esos no eran sus nombres verdaderos, así los nombró mi padre cuando los compró, pero igualmente, nunca supe sus nombres, me hubiera encantado hacerlo.

Cuando llegamos a Nueva España, me sorprendí de algunas personas que había... aunque no vivían allí con nosotros, eso estaba muy claro, ya que cuando los ví, corrían a refugiarse quien sabe donde. Le pregunté a mi padre sobre aquello, me dijo que cuando nuestro pueblo invadió esta tierra, ellos ya estaban aquí, las personas los llamaban indios. No eran muy diferentes a nosotros, por lo que podía ver, pero igual notaba algunas diferencias: la piel era las más clara de todas, mientras que yo y mi familia éramos blancos, ellos tenían la piel más oscura, no tan osacura como la de Pedro y Juana... pero escura al fin y al cabo. Algo que no pasas por alto, es como se vestían. Mientras yo usaba vestidos hermosos con volados y encajes, ellos se vestían con lo que parecían arapos... ¡aquellos hombres extraños vestían lo que parecían faldas cortas! Algo que, a mi paracer, era muy vergonzoso. Nunca terminé de entender el por qué de los prejuicios de la gente, a mi parecer, ellos son iguales a los blancos o negros.

Nos instalamos en una hermosa casa, era enorme, en el patio interior, había columnas talladas con diseños expectaculares y un jardín hermoso, me encantaba recoger las flores para ponerlas en los floreros alrededor de las habitaciones, su aroma hacía de mi casa un verdadero hogar.

Y así crecí, siendo la única hija de los Fontán, lo único que podía hacer era seguir las reglas y mantener el honor de la familia. Cuando cumplí la edad adecuada, mi padre hizo una alianza matrimonial con la familia Lasierra, me aseguró un futuro digno con Francisco Lasierra. Él era un joven muy amable y caballeroso. Así pues, mi familia le entregó el dote a mi nueva familia (se le llama dote a bienes económicos a nombre de la novia, que eran entregados para asegurarle un buen futuro). Cuando me casé, el dote sirvió como capital para las nuevas empresas. Y así fue pasando el tiempo, tuve 2 hijas... una de ellas, Gracia, ingresó a un convento ya que tenía mucho interés en consagrarse a la fe, por esa razón pudo acceder a más conocimientos, sigo orgullosa de ella, pero segcretamente, siempre pensé que era una forma de escapatoria al casamiento, nunca sentí que le gustaran mis enseñansas sobre cómo ser una buena esposa. Por otra parte, Isabel prefirió seguir los pasos de su madre y contrajo matrimonio con un joven muy apuesto, me dió dos hermoso nietos.

Cuando mi esposo falleció repentinamente, tuve que encargarme de los negocios (ya que no tenía descendencia masculina). Siempre se me dió bien el pensar, así que administré bien los bienes de la familia, y así entré al mundo masculino y a las relaciones con las instituciones.

Cuando tuve la oportunidad, liberé a la esclava que mi esposo había comprado cuando nos casamos, pues, como dije antes, aborresco la esclavitud. Pese a mi decición, Jusepa se quedó conmigo para hacerme compañía.

Y ahora, a mis 80 años de edad, quiero seguir viviendo la vida día a día. Nunca le conté a nadie mis pensamientos, siempre creí que era mucho mejor para mí y para mi familia, vivo en una sociedad que se agrupa respecto a su color de piel, siendo los negros los más pobres y los blancos los más adinerados, espero que esto algún día cambie, así lo quiero.

Casi lo olvido por completo, los libros, mis libros, siempre fueron una excelente compañía y un pasatiempo fabuloso. Don Quijote de la Mancha, siempre fue mi favorito.